miércoles, 28 de octubre de 2009

HIPERACTIVIDAD / DÉFICIT ATENCIONAL (TDAH)

Definición
El TDAH es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes de la niñez y la adolescencia, caracterizado por inadecuada sobreactividad del desarrollo, distractibilidad, falta de atención, y comportamiento impulsivo. Afecta a un 3 a 8 % de los niños y se asocia a deterioro cognitivo, social y académico. Los deterioros en las funciones de ejecución, atención, control de impulsos y moderación de la actividad causan deterioros secundarios en la organización de tareas, los aprendizajes, y toma de decisiones que pueden repercutir en los desarrollos académicos y sociales. Esto se transforma en un desafío para los educadores, y sus efectos llegan a provocar daño en la autoestima. También se puede observar deterioro en la dinámica familiar.
Los estudios de seguimiento indican que estos niños están expuestos al riesgo de desarrollar nuevos trastornos psiquiátricos en la adolescencia y la adultez (trastornos antisociales, abuso de sustancias, etc.).
En los últimos años se ha reconocido que se asocia a altos niveles de trastornos psiquiátricos adicionales tales como conducta desorganizada (trastorno de conducta desafiante y oposicionista), trastornos del carácter (depresión uni y bipolar), trastornos de ansiedad, discapacidades cognitivas (aprendizaje), y discapacidades sociales (discapacidad del aprendizaje no verbal).
Clasificación
En el DSM - IV se lo describe como un Trastorno de la conducta durante el desarrollo infantil (alrededor de los 7 años de edad) caracterizado por síntomas de desatención e impulsividad/hiperactividad; incapacidad para concentrarse, intrusión en las conversaciones de terceros, e incapacidad para permanecer sentado.
Etiología (Causas)
En la bibliografía se describen antecedentes de embarazo gemelar, adopción, trastorno de funciones secretoras, origen genético - alelo específico para el receptor de dopamina D2 y D4 transportador de dopamina ( DAT - 1 ) - en trabajos de Thomas Spencer en 2003, desregulación de la neurotransmisión catecolaminérgica, compromiso de sistemas noradrenérgicos, anomalías sutiles en la corteza frontal y en estructuras subcorticales de proyección, niveles descendidos ( 8.1 % ) en el metabolismo de glucosa en adultos con historia de TDAH (PET) especialmente en la corteza prefontral superior y áreas premotoras, recién nacido de bajo peso, trauma neonatal, lesión cerebral traumática, síndrome alcohólico fetal, intoxicación con metales pesados, deficiencias de minerales y vitaminas, alergias alimentarias, exposición prenatal a la nicotina.
CONCLUSIONES
Los niños son inquietos al igual que los cachorros de otras especies. Su inquietud les permite explorar el mundo para así conocerlo y relacionarse. El movimiento, en edades tempranas de la vida, favorece aprendizajes motrices e intelectuales; y es además su lenguaje frente a las experiencias como respuesta a los estímulos externos e internos cuando la palabra no ha alcanzado un desarrollo adecuado para poder expresar sus emociones, tan difíciles de nombrar. Entonces, ¿cuándo se debe considerar el movimiento de un niño como expresión de una patología? Su diagnóstico requiere de un análisis profundo y experto, alejado de observaciones y valoraciones subjetivas, para así no entorpecer no sólo el desarrollo psíquico-emocional y biológico del individuo sino toda su vida social presente y futura. Por eso, investigar la historia personal traumática del niño e interpretar el significado de sus conductas reactivas de hiperactividad y déficit atencional, como síntomas de cuadros de origen emocional, permitirá un pronóstico favorable para el niño.
Como fundamento de esta posición médico científica y humanística, cabe recordar que, en el capítulo titulado Síntesis Evolutiva en Psiquiatría Infanto Juvenil ( Mendiguchìa Quijada ), ya se mencionaba el desarrollo intelectual del niño “de 6 a 8 años cuya capacidad de atención y concentración son todavía fácilmente cansables, por lo que los deberes y trabajos deben ser cortos en el tiempo y seguidos de tiempos de ejercicios físicos con el fin de liberar la energía acumulada en la quietud forzosa de su trabajo y, mejor aún , no obligarlos a esta quietud forzosa, sino que pueden trabajar moviéndose”.
Investigaciones más actuales como las del Dr. Stanley Turecki , especialista en Psiquiatría Infantil de Lenox Hill Hospital y el Beth Israel Medical Center de New York, centran sus diagnósticos en el concepto de individualidad y la comprensión de las diferencias de cada niño que no deben ser categorizadas como “anormalidades” o “desórdenes mentales”. Este autor también distingue los términos “promedio” y “normal”, teniendo en cuenta que “promedio” se refiere a un concepto estadístico por lo cual un niño normal no siempre es necesariamente un niño promedio, ni un niño que no es promedio necesariamente deba ser considerado anormal. Turecki insiste en ser cuidadosos en la observación de las conductas normales como así también cuando categorizamos el comportamiento de un niño como patológico.
Por lo tanto, es imprescindible realizar el diagnóstico de certeza, mediante la recolección detallada de datos histórico personales y familiares del paciente, para determinar el tratamiento indicado para cada caso particular y la eventual necesidad de administrar el psicofármaco adecuado según las características del caso y el origen de la sintomatología y según el compromiso neurobiológico comprobado a través de los estudios complementarios y la clínica del cuadro diferenciada del temperamento individual del paciente.
Autor: Dra. ANA MARÍA MARTORELLA. Panelista en Mesa Redonda: MODA Y PSICOFARMACOLOGÌA INFANTO JUVENIL. 12ª CONGRESO ARGENTINO DE PSIQUIATRÌA AAP - Buenos Aires , 25 al 28 de Octubre de 2005

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